Por Urapiti
El yoga es un concepto
fácil y a la vez complicado de definir. Por su raíz en sánscrito yug significa atar, unir o juntar. Por
lo que la unión es el denominador común de este concepto. La Unión contigo
mismo así como la unión con los demás y lo demás, incluida la unidad con el Ser
Supremo.
Trökes nos dices que la “palabra yoga proviene
de la raíz indogemánica yuj- que
significa, por un lado, ‘enjaezar’ y ‘juntar’ dos o varios caballos ante un
carro (de combate), y por otro ‘unir’ o ‘enyugar’ o ‘poner el yugo’”[1].
Esta definición nos lleva a dos imágenes, una, de unión total y la otra de
unión sobre los caballos, que siempre se les relaciona con las emociones. Al
respecto Varen hace un símil de la utilidad del yoga, con una carroza, para
poner control sobre nuestros órganos sensoriales y nuestra mente.
…el cuerpo es un carro tirado por una yunta de caballos reacios (los órganos de percepción y acción), el cochero es el pensamiento (la mente). El alma (atman) es el pasajero del vehículo, destinado, a pesar suyo, a los infortunios de un periplo (vida mundana) que jamás ha querido realizar.
El trabajo corporal propuesto por las múltiples ascesis yóguicas debe, en principio permitir que el cochero (el pensamiento) compruebe en vivo la situación incómoda de su pasajero (el alma), y contribuir a frenar y luego a dominar la carrera desenfrenada del vehículo (el cuerpo y los sentidos).
Esta detención del carro (que corresponde exactamente al dominio de los sentidos y los pensamientos indisciplinados) debe luego ofrecer naturalmente al alma aprisionada la posibilidad de abandonar ese modo opresivo de locomoción para unirse con Dios o con el universal Brahaman[2].
Con esta imagen es que
Vareen nos recuerda que el yoga muestra un camino para la superación y
trascendencia, el control de los caballos, de la parte material. Para lograr el
control de la parte material debemos ser conscientes de todo lo que percibimos
con el tacto, el gusto, el olfato, la vista así como los sonidos. Esto es la
realidad modificable también conocida como porque es parte de la mente y lo que
percibe citta o la realidad palpable,
pakritti.
El yoga nos
recuerda que debemos poner al servicio de nuestra mente lo que nuestros
sentidos nos muestran como un primer paso; el segundo es poner al servicio del
desarrollo espiritual el cuerpo por medio de posturas, la respiración correcta
y la ética. Y el último es poner la mente citta
al servicio del espíritu, ello por medio de la meditación.
El yoga nos ayuda a
tomar las riendas de los caballos, de las emociones y las percepciones, ponerle
freno cuando es necesario, cuando vamos en una carrera sin rumbo pero guiada
unicamente por lo material. Cuando la mente, que es el cochero sigue los
impulsos de los caballos es momento de detenernos a escuchar a dónde quiere ir
el pasajero, el alma. Escuchar el alma es una tarea complicada si nunca lo
hemos hecho, y para ello sirve la meditación y es necesario el frenar todos los
sentidos.
Cuando entramos en contacto con el pasajero nos damos la oportunidad
de escuchar la esencia de nosotros mismos, de entrar en contacto con nuestra
parte divina, la realidad inalterable, conocida en sanscrito como purusha.
Por eso el ver el
yoga sólo como una parte física se queda muy reducido o privado de los grandes
beneficios que nos puede brindar como una forma de reencontrarnos con lo más
profundo de nuestro ser.
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