Karla González
Tú eres parte de la fuerza de tu vida
Dicen que el maestro llega cuando el alumno está listo, todo parece indicar que el yoga llegó a mi vida cuando más lo necesitaba; a los 20 años de edad mi vida dio un giro de 360° estaba en mi último año universitario el cual es bastante pesado, me casé lo cual es un cambio radical, estaba pasando por el divorcio de mis padres y me diagnostican lupus.
No tenía el mejor panorama frente a mí, y realmente me sentía un poco perdida, necesitaba encontrar la fuerza para poder superar esta etapa por la cual estaba pasando, y llegó un libro a mis manos llamado “Una vida entre el cielo y la tierra” de Yohana García. Este libro cambió mi vida y empecé a refugiarme en lo espiritual, de ahí me surgió la necesidad de buscar más… y fue donde apareció en mi vida el yoga.
Nunca había tomado una clases de yoga, pero me ofrecieron un curso propedéutico para ser maestra de yoga, ironías de la vida aprendí las raíces del yoga sin haberla experimentado, dicen que las cosas pasan por algo, lo que necesitaba en ese momento no era tanto el ejercicio si no la esencia de lo que era realmente el yoga. Y así fue como me enamoré, encontré el camino para sentirme mejor emocionalmente.
El yoga es más que posturas bonitas o difíciles, es toda una filosofía de vida, es lograr esa conexión entre tu cuerpo, tu alma y el universo, sabes que eres parte de un todo. Entonces cuando hago yoga es transportarme a otro lugar, un lugar en donde todo puede estar bien y me logra mantener en calma para enfrentar la vida como venga, aprender de lo vivido y entender que aunque lleguen tormentas la calma siempre está dentro de ti, tu centro.
En este momento de mi vida he logrado superar lo que en algún momento era lo peor que me pudo pasar, llevo una relación sana con mis padres, he logrado mantener en calma el lupus y con altas y bajas llevo 14 años de matrimonio centrándome en los mejores momentos.
Madet Ruiseñor
Soy el tipo de persona un poco ansiosa que sufre de
hiperactividad y que necesita drenar toda su energía. Por lo mismo, por años he
sido asidua del gimnasio e intenté otras disciplinas de ejercicio como box y
comenzaba mis días corriendo 5 kilómetros. Fiel a mi naturaleza, desarrollé
síntomas de estrés y ansiedad desde la universidad, para lo que se me recomendó
practicar yoga.
Mi primer contacto con el yoga fue con yoga
kundalini, que logró maravillas en mi mente, en mi respiración, y en mi
capacidad de relajarme. Poco después, la vida me llevó a mudarme a diferentes
ciudades, alejándome de mi práctica habitual y terminé en la rutina de siempre:
correr y gimnasio. La ansiedad seguía ahí, pero creo que aún no descubría mi
llamado al yoga. No fue sino hasta mis 29 años que una lesión seria en la
columna mientras hacía pesas me llevó a varios ortopedistas que recomendaron
cirugía para corregir mi lordosis. Sabiamente acudí a un médico del deporte,
quien envió a rehabilitación y me pidió no correr más y encontrar disciplinas
alternativas, como yoga o natación.
Dicen que para cada personalidad, hay un estilo de
yoga. Y, para mí, no hay nada más cierto. Descubrí que yoga no sólo es una
forma de hacer ejercicio y mantenerme en forma, es un estilo de vida. Yoga es
meditación en movimiento. Cada asana requiere toda tu concentración, requiere
que olvides todo lo demás y permitas que tu respiración te guíe. Tu cuerpo se
abre, se flexiona en formas que no creíste posibles jamás. No sólo te haces más
fuerte físicamente, sino mentalmente.
Comienzas a tener un diálogo constante con tu
cuerpo, te preocupas por nutrirlo de alimentos sanos y de prana. También a tu
cerebro: lo alimentas de lecturas que lo despiertan, lo consientes relajándolo
con meditación. Tu tapete se convierte en tu mejor amigo y puedes acudir a
él siempre que lo requieras, el tiempo que puedas, con tu propia práctica.
Tres años después puedo decir que mi relación con
el yoga ha sido la mejor de mi vida. Trabaja mi cuerpo, mi mente y alimenta mi
alma. ¿Que si el yoga no es para todos? Los invito a intentar distintos estilos
y a decirme que estoy equivocada.
Gabriela Zapata
Apenas van a ser dos años de que por
casualidad (y frío) tomé una clase de Yoga. Yo buscaba una actividad
invernal y se convirtió en mi bote salvavidas. Pasaba
por una dura etapa personal y entrar en una práctica en la cual me comenzó a
liberar de tensiones y que por primera vez mantenía mi mente enfocada y
en un estatus de consciencia, me hizo seguir volviendo.
Empecé a notar como los brincos entre ideas y
pensamientos eran menos y como el dormir mejor y estar en periodos de calma se
volvían poco a poco más largos. Estos resultados en mi mente solo eran el
reflejo de lo que en mi cuerpo se estaba trabajando y que paulatinamente fueron
generando más cambios que me permitieron tomar atención de lo que estaba
haciéndole a mi ser con el estilo de vida que al momento llevaba.
El realizar trabajo físico con un propósito
energético comenzó a generar cambios en mi vida; al ser
una persona impaciente y con intolerancia empecé a notar como al menos estos
dos aspectos negativos aunque no desapareciendo si comenzaban a mantenerse en
mayor control. La
flexibilidad ganada con cada asana daba la sensación de control y decisión a mis
ideas, haciendo que cosas con dificultades fueran más fáciles de manejar y
enfrentar.
Así mismo, viniendo de un ambiente de ruido y caos,
por primera vez entendí el silencio, pero no solo el externo sino más
importante aún, el interno. Ahora ya no es necesario autogenerarme ruido por
otros medios para evitar estar en contacto con mi sola persona y sus
pensamientos.
Hoy sigo practicando física y mental incorporando
la parte espiritual en este camino que me ha ofrecido estar en el aquí y en el
ahora, con un mejor control de emociones que estoy y seguiré trabajando. Pero
aún más hermoso de tomar este camino ha sido encontrar personas que al igual que
yo, tenían dudas, preguntas que en el Yoga hemos encontrado respuestas.
El compartir experiencias, técnicas de estudio y
formas de vida ha enriquecido mi vida de una forma que nunca imaginé y de la
que doy infinitas gracias. Lo que comenzó con una actividad física se
convirtió en mi forma de vida uniendo por fin, cada pedazo en ella.
Namasté.
Yo no busco saber las respuestas, busco comprender las preguntas
~Confucio
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